Si analizamos todo lo que últimamente está circulando en redes sociales, nos damos cuenta de que la política, el amarillismo, el sensacionalismo y el populismo han asumido un papel importante en toda la agenda de comunicación diaria, sin importar la fuente de información. La política, el show y la poca credibilidad se hacen presentes en el morbo de comunicar.

Se nota una tendencia de brindar morbo a través de cualquier plataforma. No me refiero al morbo que tiene que ver con lo sexual (bastante notable también, por cierto); me refiero al morbo de buscar atracción malsana hacia hechos desagradables que solo agradan a las personas con un nivel intelectual que deja mucho que desear.

En Venezuela vivimos una grave crisis humanitaria, producida por la descomposición social que comenzó hace dos décadas y que cada día se agudiza. Eso es innegable. Como consecuencia de esta crisis, se ha desintegrado toda la estructura empresarial, la iglesia, la familia, las universidades, los medios de comunicación…

Mientras tanto no podemos quedarnos de brazos cruzados viendo cómo se sigue descomponiendo aquello que en otrora fue motivo de orgullo, ni mucho menos podemos seguir aportando a la basura que otros van regando por ahí.

Quiero concentrarme específicamente en los medios de comunicación, en las redes sociales y la actuación de periodistas y artistas, que forman parte del día de la mayoría. Resulta inaceptable que muchos utilicen estas plataformas comunicacionales para publicar morbo y generar división, para descalificar y generar intriga, para armar shows baratos, para exponer la miseria.

Exhorto a las Escuelas de Comunicación Social, a las Escuelas de Arte, a los Observatorios de Medios y a todas las universidades del país a que profundicen en la formación de profesionales y actores sociales con valores, con sentido crítico, con ganas de aportar al país. Los profesores que imparten ética tienen la enorme tarea de enseñar lo que implica ejercer el periodismo o cualquier profesión como debe ser. Decir tres locuras en redes sociales no significa que estás haciendo periodismo de investigación. Decir tres ridiculeces burlándote de otros no significa que eres humorista.

Las personas con influencia mediática, como periodistas y artistas, jamás deberían prestarse para dimes y diretes estúpidos por tratar de ganar un seguidor o un “me gusta”. En el fondo, eso solo nos ridiculiza como venezolanos en el contexto nacional e internacional. Deberíamos, en cambio, emplear cada plataforma comunicacional para vendernos y promocionar lo bueno, para que se enteren del talento que tenemos, del talento que tenemos por montones.

Vamos a demostrar lo bueno que nos queda como país. Venezuela lo merece. Los influenciadores, en primer lugar, deberían concentrarse en transmitir un mensaje positivo, en aportar un granito de arena para reconstruir nuestra nación.

Nosotros, sin ser influenciadores, también podemos hacer mucho en nuestro círculo de contactos, por pequeño que parezca. No nos prestemos como espectadores a los espectáculos denigrantes de algunos que quieren fama. No dejemos que nos traten como tontos útiles.

Rechacemos esas conductas negativas. Tenemos el compromiso moral y cívico de hacer de Venezuela un gran país otra vez. Llegó el momento de volver a sembrar valores antes de que todo se termine de perder. Juntos podemos sembrar educación y rescatar aquello que nos ha robado el actual régimen.

Los invito a suscribir estas palabras y a ponerlas en práctica porque estoy seguro de que existe una inmensa mayoría de venezolanos que queremos hacer las cosas bien.

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