Venezuela da mucha tristeza. Las protestas se han extendido por más de 100 días y ya se supera el centenar de muertos inocentes. Cada minuto que pasa, el conflicto parece arreciar, pues ni el Gobierno ni la oposición bajan la guardia para ceder un poco a favor del país. Pareciera que estamos en un túnel sin salida; sin embargo, considero que la solución de la crisis venezolana sí es posible y debe partir de la negociación.

Muchos le tienen fobia a esa palabra, como al diálogo; consideran que de hacerlo no habrían tenido sentido las horas de protesta, las marchas, las vidas caídas… No obstante, esa es la única salida. Hay que dejarse de radicalismos y fanatismos.

Mi propuesta para superar la crisis de Venezuela es la siguiente: el oficialismo y la oposición —representada por la Mesa de la Unidad Democrática— deben negociar, y eso implicar tener verdadera disposición a resolver los problemas. En consecuencia, ambos sectores tienen la misión histórica de abocarse a una transición institucional y pacífica que frene la violencia. Hablo de una mesa de negociación seria y responsable con actores creíbles.

Como primera medida, es necesario frenar la Asamblea Nacional Constituyente propuesta por el presidente Maduro porque está muy lejos de ser la vía que traiga la paz; por el contrario, desde su anuncio todo ha empeorado.

En segundo lugar, resulta imprescindible acordar una fecha a corto plazo para realizar las elecciones presidenciales, con el respaldo de los sectores de la sociedad civil y de los otros órganos del Poder Público. Establecer esta fecha bajaría las fuertes agresiones, violencia y muertos que han marcado las jornadas de las últimas semanas.

Hablo de unas elecciones transparentes, no de un proceso sesgado como el que se pretende desarrollar este domingo 30 de julio de 2017. Venezuela requiere con urgencia una fiesta electoral con la que la mayoría se sienta confiada y que respete los postulados constitucionales. El presidente tiene que parar ese proceso electoral que la mayoría rechaza, como lo demostró avasallantemente el pueblo durante la consulta popular del 16 de julio.

No se puede hablar de paz, cuando se viola la Constitución y no se escucha la opinión de la gente. La calle ha dejado claro que el pueblo no quiere una nueva Carta Magna. Aquí los únicos interesados en ella son quienes se quieren mantener en el poder, a pesar del sufrimiento de otros.

La gente quiere hablar a través del voto, como lo ha hecho durante la tradición democrática de esta nación. La gente quiere participar en un proceso transparente, apegado a la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, con la participación de todos los sectores de vida política, en el que se elija a un nuevo presidente, a gobernadores y a alcaldes con un árbitro equilibrado, justo e imparcial que promueva la igualdad de condiciones.

Además de esta vía electoral, Venezuela necesita que se respete la autonomía de los Poderes Públicos, que se reconozca a la Asamblea Nacional, elegida por la mayoría, y que frenen los ataques al Ministerio Público. El país se merece en estos momentos mucha cordura por parte de los actores políticos y que se solucione el conflicto para dejar atrás la muerte y la violencia.

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