En el 2018 se nos presenta una oportunidad crucial para cambiar el régimen de Nicolás Maduro y acabar con 19 años de atraso, decadencia, miseria y corrupción descarada. Aunque durante el año 2017 las esperanzas de un cambio en Venezuela se fueron disipando, mi consejo a la oposición es uno solo: no hay que desmayar.
Ahora más que nunca necesitamos unos líderes opositores serios y comprometidos con el pueblo. Llegó la hora de demostrar una verdadera unidad. Basta de perseguir intereses personales. Les toca enfocarse en recuperar la confianza de los electores porque solo con una asistencia abrumadora en las elecciones presidenciales no podrán ocultar la realidad haciendo trampa.
Hagamos que las protestas y las muertes de inocentes no queden en vano. Hagamos que la justicia se cumpla. Hagamos que nuestro amado país vuelva a ser una nación próspera que recibe visitantes y no despide a sus hijos. Creo firmemente que eso se puede, siempre y cuando todos asumamos la cuota de responsabilidad que nos corresponde.
Nos ha quedado bien claro que nuestra lucha es contra un narcogobierno que controla absolutamente todo el aparataje estatal y que ha subordinado los poderes públicos, menos la Asamblea Nacional, a la que se encargó de neutralizar con ilegalidades.
Estamos obligados a derrotar a un monstruo de muchas cabezas que se ha alimentado sin control durante casi dos décadas, desde que el fallecido Chávez llegó al poder. Cada golpe que podamos darle será clave. Por eso, debemos atacarlo desde adentro para aumentar los efectos de la presión internacional, que no ha sido contundente, pero sí ha provocado crisis dentro del enemigo.
No hay contrincante invencible, como se lo demostró David a Goliat. Vamos a pelear con ese gigante sin miedo y con la certeza de que podremos resultar triunfantes. Pensemos en quienes han emigrado y en todos nuestros hijos que se merecen crecer en una tierra que les garantice las oportunidades para ser felices.
El PSUV tiene los recursos económicos de la nación para hacer campaña política y comprar conciencias, mientras que nosotros estamos acompañados por la pasión de quien desea vivir en prosperidad y establecer un mejor país. Ellos manejan a su antojo los componentes de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, pero a nosotros nos asiste la razón y nos protege la voluntad.
Pongamos de una vez un parado a las técnicas y estrategias ilegales usadas para amenazar y chantajear porque nuestro futuro vale mucho más que unas limosnas. No tengamos miedo de que el Consejo Nacional Electoral amañe el proceso porque estamos capacitados para vencer las trampas. Los ojos del mundo están puestos sobre nosotros.
A los líderes de la Mesa de la Unidad Democrática les corresponde una tarea crucial en este juego político: proponer candidatos presidenciales que representen al pueblo y que despierten nuevamente la confianza en el sistema. Siéntense a diseñar una estrategia coherente, digna y sensata, con miras a las elecciones presidenciales. No queda duda de que si se logra compactar a los ciudadanos en una causa común, vamos a celebrar la victoria.
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