Los resultados del proceso electoral del 15 de octubre, en el que fueron elegidos 23 gobernadores, dejan mucho que desear. Nicolás Maduro cuenta con un rechazo de 80 %, pero sus candidatos acumularon hasta 55 % de la votación. Algo no cuadra.

El descontento con el régimen actual se nota en los supermercados, en las gasolineras, en los hospitales… en fin, en todas partes se escuchan quejas debido a la escasez de comida y de medicinas, a la inseguridad, a lo difícil que se está volviendo vivir en Venezuela.

Fuimos testigos de un proceso viciado desde el principio por muchas razones. Durante la campaña, el PSUV se valió de que controla el dinero de la nación para regalar millones de tarjetas subsidiadas a madres, jóvenes y ancianos para comprar conciencias.

Además de que el mismo Nicolás Maduro violó una y otra vez las reglas valiéndose del control de los medios de comunicación y las cadenas de radio y televisión para promocionar a sus candidatos y chantajear a los demás. Se desarrolló una fuerte campaña que buscaba la abstención del voto opositor, y tuvieron éxito en gran parte porque muchos dejaron de votar decepcionados con la dirigencia de oposición.

Por si fuera poco, el Consejo Nacional Electoral (CNE) demostró una vez más que no tiene equilibrio y que su balanza se inclina hacia la dictadura de Maduro. Violando la ley electoral, las rectoras adeptas al PSUV rechazaron la renuncia y sustitución de candidaturas de los candidatos de la oposición, y el Tribunal Supremo de Justicia las secundó en su ilegalidad.

Tuvieron el descaro de ir más allá. Se atrevieron a mudar, a tan solo 48 horas antes de la elección, más de 270 centros de votación que afectaron a más de 500 mil electores, y en los cuales la oposición obtuvo el 80 % de los votos en las parlamentarias del 2015. Vicios y malas jugadas por todas partes. Y nadie que los controlara.

La Mesa de la Unidad Democrática asumió el riesgo de asistir a unas elecciones viciadas con la confianza de que sería respetada la voluntad del pueblo. Gobiernos del mundo, como Estados Unidos, Canadá y países de la Unión Europea se mostraron escandalizados por los vicios que se estaban cometiendo.

Una vez más los ciudadanos fuimos pisoteados. Los resultados —con 18 elecciones oficialistas y 5 opositoras, cuando todas las proyecciones indicaban lo contrario— no generan ninguna confianza en la población. El pueblo venezolano tiene una alta vocación democrática, pero cada vez confía menos en el actual sistema electoral y ha dejado de creer en el poder del voto.

Si se quiere generar confianza, es imprescindible que el CNE haga una auditoría exhaustiva de todo lo que ocurrió para comprobar si los resultados coinciden con lo asentado en las actas y en los cuadernos electorales. Si efectivamente el Gobierno tiene los votos, que lo demuestren con objetividad y con transparencia para que borren cualquier indicio de fraude electoral.

De lo contrario, será muy difícil de creer que más de la mitad de la población siga apoyando a un sistema político que tiene a Venezuela hundida en una miseria sin precedentes.

Foto: cortesía.

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